-Se ha saltado el toque de queda, Swallows. Tienes suerte de que me haya ofrecido para hacer el turno de guardia de esta zona. - reconozco esa voz, es Nathan, el agente de la paz más joven que conozco, con apenas dieciséis años, se hizo parte del cuerpo después de que su padre muriera, (el mismo al que salvó mi padre) hace poco más de un año. Era raro llevarse tan bien con un agente de la paz, pero él no estaba allí por gusto ni abusaba de su superioridad, al revés, a escondidas, intentaba ayudar en lo que podía, pero siempre acatando las órdenes. Suelta una carcajada porque sabe que me ha asustado, después su tono cambia y se vuelve serio y comprensivo.- ¿No podías dormir por la Cosecha? A mi hermana le pasaba igual. Venga te acompaño a casa, antes de que alguien descubra lo que has hecho y tengas que pasar la noche en el calabozo.
No hablábamos mucho y lo poco que lo hacíamos, eran cosas sin importancia, cuando negociaba la cantidad de ostras que le iba a dar a cambio de poder quedarme el resto. Pero en aquel momento no pude evitar preguntarle algo que me intrigaba, además de su corta edad para ser agente de paz:
-¿Tú no participas en los Juegos?
-¡Claro que lo hago! Si fuera tan fácil dejar de participar en la Cosecha, todo el mundo sería agente de paz. Solo los ciudadanos del Capitolio pueden hacerse del cuerpo, como forma de pagar las deudas. Mi nombre entra en el sorteo en mi distrito, el 2, pero durante la Cosecha tengo que estar aquí. En el caso de que se diera que me tocase ser tributo, me llevarían allí de inmediato.
-Un momento, has dicho que solo los ciudadanos del Capitolio, pero tú eres del distrito 2.
-Eso es una larga historia que ya te contaré en su momento. Por ahora ya sabes más que mucha gente de aquí sobre mí. Estate satisfecha con eso.- puso una sonrisa triunfal y se apoyó en el marco de la puerta de mi casa.- Y ahora, deja de saltarte el toque de queda, sé una niña buena y vete a dormir. Buenas noches, señorita.
-Que descanse, caballero.- respondo en el mismo tono de broma. Mientras el chico de piel morena, pelo oscuro y ojos castaños, rasgos tan poco corrientes en el distrito 2 me observa entrar y se marcha.
Antes de acostarme, tomo un vaso de sopa que ha sobrado a mediodía y me vuelvo a acostar. Me hesaltado el toque de queda, ningún año había dormido bien, pero esta era la primera vez que incumplo esa orden. Lo hacen para evitar que alguien escaoe o intente suicidarse por la cosecha. Es algo descabellado pero hay gente realmente desesperada. Consigo dormir unas horas, hasta que mi madre me despierta.
-¿Qué hora es?-pregunto somnolienta aún.
-Tarde, muy tarde, queda menos de una hora para el sorteo. He calentado agua en la bañera, elige la ropa que quieras y tómate el café y la fruta que tienes sobre la mesa. Pídele a tu hermana que te ayude a peinarte o con el maquillaje si hace falta. Yo voy a plancharle la camisa a tu padre.
-No quiero maquillarme.
-Sabes que es un día muy importante y en caso de que salgas tienes que estar lo mejor posible. Sabes que la primera impresión es vital. No lo hagas como una obligación. ¿Me harás caso?
-Ya veré mamá. - me desarropo y salgo de la cama, aturdida aún. Tomo el café sin ganas y como un trozo de piña, que intercambiamos con los vecinos del pueblo a cambio de cocos o plátanos y voy al baño. Me desvisto y me baño en el agua caliente, me sumerjo una y otra vez hasta que me despierto. Salgo envuelta en la toalla, con el pelo secándose en otra, y abro mi baúl, que construyó mi tatarabuelo, hizo cuatro iguales, uno para cada miembro de la familia, todos con dos compartimentos pequeños a los lados. No encuentro nada que me guste, así que, tras buscar y rebuscar, voy a mirar al de mi hermana. Me pregunto dónde estará. No me extrañaría que estuviera con Ethan disfrutando antes de la Cosecha, se ha convertido en tradición para los dos. Sí, aquí esta: mi vestido favorito, es simple, de un tono verde azulado menta, con la espalda semiabierta y unas gruesas tirantas cruzadas. Me visto y me seco el pelo. Cojo unos zapatos: unos botines planos, con cordones, de color marrón claro y terminados en punta, cómodos y bonitos. Miro el reloj, queda menos de media hora cuando mi hermana llega, con un vestido de mi madre rosa pálido contrastante con su pelo oscuro que lleva recogido en una trenza de espiga.
-Veo que no te has andado con rodeos. Llevabas queriéndote poner ese vestido desde que nos lo dieron los Vaitiare. Ahora entiendo por qué: te queda como un guante.
-Gracias, no sé qué hacerme en el pelo.
-Yo sí. Ven.
Me hace sentarme en la cama, frente al espejo, mientras coge los dos mechones frontales de mi cabellera y los trenza para después unirlos atrás. Me siento como cuando era pequeña y se pasaba la tarde cepillándome el pelo para probarme cosas.
-Mamá me dijo antes de irme que tenía que volver para ayudarte con el maquillaje.
-Ya lo sé pero sabes lo que pienso.
-Sí, sí, sí, es anti natural, y exagerado y blablablá. Pero un poco de brillo de labios y marcar las pestañas no hace mal a nadie, sobre todo tú con esos ojazos verdes…
-Vale, vale, pero solo labios y pestañas eh, es bastante valioso ese alijo de pinturas y no pienso malgastarlo en mí cuando me parece absurdo.
-Está bien, espera aquí.- vuelve con una cajita dorada y un pincel. Humedece el pincel, lo mete en la cajita y me pinta los labios de un color rosa nada chillón. Después con un pincel más fino, mojado en nosequé sustancia negra, me repasa las pestañas.- Lista. No te has muerto por lo que parece. Es hora de irnos, venga vamos.
Nos disponemos a salir cuando me recuerda:
-Jade, tu colgante, cógelo.
Hago caso y rebusco entre mis cosas hasta encontrar la caracola con una perla negra en su parte más ancha. La conseguí hace tres años, buceando. Estaba incrustada en una antigua roca. Podría haberla vendido por bastante, pero me gustó tanto que no pude evitar quedármela. Después de atármela al cuello, salimos de casa.
Caminamos juntas en silencio hasta llegar a la zona en la que tengo que ir a registrarme. Poco antes de llegar me para en seco y me dice:
-Buena suerte.- susurra mientras me abraza.
-No voy a salir, tranquila. Y no, tampoco voy a presentarme voluntaria. No es mi estilo.
-Eso espero.
La abrazo una vez más y se va justo antes del pinchazo para registrar mi sangre. Después busco a Coraline y su hermana entre la gente y me sitúo a su lado. Todavía queda un rato para que empiece, así que mi amiga preguntó:
-¿Cuántas veces entra hoy tu nombre?
-Siete.- digo recordando el único año en que tuvimos que pedir teselas.- ¿Y vosotras?
-Seis cada una.
No podemos decir más porque empieza el espectáculo. Una mujer joven, con la piel tatuada de escamas doradas en brazos y piernas, sale a presentar la Cosecha, como cada año. Su nombre, Rigel. El pelo teñido de rojo le cae en cascada por la espalda y los hombros, en exagerados tirabuzones, y sus labios están pintados con un gran cangrejo. Su traje: un vestido anguloso, por los tobillos, de color azul eléctrico y unos enormes tacones anaranjados. Ha intentado parecer acorde al distrito, camuflándose como una criatura marina, cosa que la hace destacar aún más. Con ese exagerado acento del Capitolio, hace el discurso inicial, ya más que conocido por todos, y por supuesto, hace comentarios intentando parecer amable y graciosa pero son incomprensibles del tipo: “Vaya, hoy hace un sol tan radiante que ni la mismísima diseñadora Enif Mirfak, que ha diseñado este maravilloso vestuario, podría captarlo en sus diseños”.
A mediados de su discurso empiezo a cavilar sobre si alguien saldrá voluntario este año. Desde que Annie Cresta ganó los Juegos hace tres años, nuestros tributos han muerto el primer día de competición, en el Baño de Sangre o poco después. Eso hará que la gente no quiera presentarse este año al menos, sobre todo entre las chicas del distrito. No suelen salir voluntarias y más desde entonces. Yo tengo la teoría de que tenemos más sentido común que los chicos.
Recuerdo la corta conversación de la noche anterior con Nathan, ¿saldrá su nombre en el distrito 2? ¿Se presentará voluntario? Espero que no, lo aprecio demasiado para verlo morir en la Arena, aunque lo conozca tan poco. Ya resulta deprimente ver como desconocidos se masacran unos a otros como para que sea alguien que me gusta quien muera ante mis ojos. Lo busco con la mirada y le sonrío, él susurra un “suerte” y vuelve a su trabajo. Cuando vuelvo a la realidad está a punto de empezar el sorteo.
-Bueno, las damas primero. ¿No estáis impacientes por ver que valiente joven representará a vuestro distrito?- supongo que espera que aplaudamos pero por nuestra parte solo hay silencio y aguantamos la respiración.- Yo sí, distrito 4. Presiento que este va a ser vuestro año. Seguro que vuestros mentores hacen un trabajo estupendo.-dice dirigiéndose a Finnick Odair, Annie Cresta y Mags, sentados muy rectos y serios o con la mirada perdida a su derecha.-Redoble de tambores, por favor.